Pandora(I) y el contrato social
Pandora fue esposa de Epimeteo, hermano de Prometeo que, cómo recordaréis, ya había tenido sus más y sus menos con los dioses. Prometeo advirtió a su hermano que no aceptara ningún regalo de Zeus, de lo contrario sobrevendría una gran desgracia a los mortales. Ignorando el aviso, Epimeteo recibió como regalo una ánfora que despertó la curiosidad en los ojos de Pandora; el resto..., es leyenda. Lamentablemente, se recuerda a Pandora por la “caja” más que por ser madre de Pirra, esposa de Deucalión, hijo de Prometeo, y por tanto ascendiente de la mayor parte de los pueblos de la antigua Grecia que cimentaron el germen de los estados europeos.
Hesíodo, en su obra Trabajos y días, asemeja a Pandora a la Eva bíblica: un juguete en manos de los dioses, un instrumento que cambiaría el “status quo” del mundo paradisíaco. Según Hesíodo los hombres habían vivido hasta entonces libres de fatigas y enfermedades, pero Pandora abrió el ánfora que contenía los males del mundo liberando así todas las desgracias humanas; afortunadamente para nosotros; cerró el ánfora antes de perder también la esperanza.
Siendo objetivos, no podemos culpar a Pandora de los males del mundo; porque ni los creó, ni los quiso; simplemente estaban ahí, diseñados o no por los dioses, se mezclaron con los humanos que desde entonces hemos tenido que sobrevivir inmersos en un mundo hostil. Esta hostilidad nos ha llevado principalmente a afrontar nuestra seguridad y supervivencia mediante dos estrategias: una social y otra personal. La primera se basa en la necesidad de los seres humanos de superar nuestra desventaja competitiva en el reino animal, y por ello, hemos desarrollado la sociedad y la tecnología. Para la segunda, hemos desarrollado una base genética, con nuestro sistema inmunitario a la cabeza, que nos hace uno de los organismos mejor adaptados a los cambios imprevisibles y entornos desconocidos.
En cierto modo, el gran viaje del homo sapiens sapiens no deja de ser una búsqueda del equilibrio entre la supervivencia salvaje y la humanidad: entre la supervivencia social y la personal. Esta búsqueda nos ha conducido al hito histórico de la aparición del Estado y el contrato social con los ciudadanos; dónde el individuo rinde su libertad para asegurar su vida. No obstante, como consecuencia de esta cesión, el Estado tiene el monopolio del control y la violencia. Afortunadamente, contamos con la esperanza para mejorar día a día, aunque en ocasiones estemos tentados de pensar que no siempre es equitativo el intercambio del grado de libertad cedido frente a la seguridad lograda.
Los males en general y los cibernéticos en particular parecen campar a sus anchas potenciados por la desinformación y desconocimiento y ante los cuales la inmensa mayoría nos encontramos indefensos. ¿Será responsabilidad del Estado protegernos mediante el control paternal y la equitativa justicia como obliga el contrato social? ¿Nos defenderán sin "dobleces" ni "concesiones" el estado, las empresas y organizaciones implicadas? ¿Tendremos que depender a ciegas de unos proveedores ante los cuales somos tecnológicamente analfabetos? ¿Qué grado de confianza deberemos lograr de unos y de otros? O por el contrario, ¿tendremos que acudir a una solución más osada que nos permita recuperar algo de la libertad perdida y mantener algo parecido a la autodefensa? Sin duda, tendremos que contribuir y estar atentos a la evolución y crecimiento de este nuevo entorno cibernético que, a todas luces, implicará un cambio de paradigma. Me temo que en un futuro cercano, nuestro “avatar” dejará de ser un mero icono azul y se convertirá en un representante "sintiente" que padecerá las consecuencias en el mundo real.
Nos encontramos pues, en un punto histórico de inflexión, dónde la libertad personal y social se enfrenta a nuevos riesgos como consecuencia de la evolución social y tecnológica. El estado y el contrato social han de evolucionar a la par que lo han hecho los males y debería velar que la relación entre el ciudadano y el estado no pase de ser simbiótica a parasitaría. Los estados deberán acelerar su respuesta ante los nuevos peligros garantizando las libertades en el ciberespacio: ser un puerto seguro en la inmensidad del océano de bits.
Si en esta primera parte del artículo hemos mencionado el desafío social en la siguiente hablaremos de la necesidad del cambio de paradigma tecnológico para que la ciberseguridad se adapte a las necesidades personalizadas de nuestra protección personal.