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Reducciones en la tasa de intercambio

Es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. La parte negativa de hacerlas, es que alguien las apunte para recordártelas cuando no se han cumplido. A pesar de todo, quiero escribir una reflexión personal de cómo, los reguladores, al imponer precios máximos en las tasas de intercambio pueden suponer un freno a la innovación en pagos.

Estamos en un momento de leyes que impulsan la bajada de los tipos de intercambio, por ejemplo las aplicadas en  Estados Unidos el 1 de octubre de 2011 (con un acumulado de un 45 por ciento a la baja), o el  Banco de la Reserva de Australia reduciendo las tasas de intercambio de tarjetas de crédito en un 80 por ciento. En Europa estamos en el mismo camino, la Comisión Europea las ha reducido en un  60 por ciento aproximadamente. Estamos ante una clara tendencia bajista de carácter regulatorio.

Esta reflexión viene del hecho de que estas rebajas afectan al Core mismo del negocio de los pagos electrónicos, y puede tener consecuencias sobre la industria, cuanto menos extrañas. Si los reguladores imponen una bajada de las tasas pagadas por los Merchants, parece obvio que se buscarán ingresos alternativos por la vía del usuario final del pago, es decir, el dueño de la tarjeta.

Haciendo una pequeña reflexión sobre cómo son percibidas las tarjetas por los consumidores, es fácil llegar a la conclusión de que son percibidas como un bien experiencial. Si vamos unos 60 años atrás, nos encontramos a la abuela de todas las tarjetas de crédito, la Dinners Club en el Manhattan de los años 50. El modelo de negocio era sencillo, Dinners llega a un acuerdo con restaurantes, en el que se descuenta un 7 por ciento de la factura del cliente, siempre que acepte la tarjeta de Dinners como instrumento de pago. Por otro lado los usuarios de las tarjetas pagan una cuota anual por tener la tarjeta, que compensa el hecho que ya pueden salir sin dinero en efectivo ni cheques.

Este modelo sigue siendo la esencia del negocio de los pagos electrónicos basados en tarjetas, puede haber pequeñas variaciones, pero el asunto de fondo es que los usuarios de las tarjetas no pagan por las transacciones, este coste está repercutido a los Merchants. Es más, en mercados muy maduros en tarjetas, es común que se pague a los consumidores por usar sus tarjetas (en esto consisten las prácticas de regalar las cuotas de la tarjeta, generar puntos de uso, regalar millas de una aerolínea, etc.).

La lógica de mercado que subyace aquí es que las tarjetas acercan a los usuarios a los comercios. Son estos los más interesados en que el dinero de los usuarios se pueda disponibilizar en los comercios, y por esto mismo, es sobre estos comercios (los más interesados) sobre los que recae el coste de uso. Sin embargo, puede haber un efecto no deseado en las disminuciones regulatorias de las tasas de intercambio, y es que hagan bascular el coste del sistema de pagos electrónicos del comercio (Merchant) al usuario de la tarjeta.

Por las experiencias que estamos viviendo en los últimos años con tarjetas gratuitas para los usuarios, no veo claro que los consumidores vayan a aceptar empezar a pagar más por usar sus tarjetas. Si ya es percibido como un bien experiencial (parece un mercado inelástico en precios percibidos), no está claro que un comportamiento racional de consumo se cambie sin ganancia percibida para los usuarios. Y no olvidemos, que existen redes de pagos gratuitas para el consumidor que están esperando nuevos clientes (p.e. PayPal).

Si esta hipótesis se confirma, estamos ante una industria de pagos con márgenes decrecientes, y esto puede tener un impacto en la innovación. Y es una industria muy innovadora desde hace 60 años. Mi reflexión es que puede que los reguladores no estén haciendo un buen servicio en el medio plazo a los propios consumidores. Sólo el tiempo lo dirá.