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La innovación no se va de vacaciones

La chispa que genera una idea inicial que depurada y filtrada puede ser el germen para innovar puede aparecer en cualquier situación. En estos momentos de crisis, hay dos factores claros entre otros muchos que conforman los ingredientes de un buen coctel para favorecer la innovación: uno, el “hambre” y dos, las vacaciones.

Vamos por partes. ¿Qué es el “hambre” en este contexto? He escuchado alguna vez a varios “innovadores de raza” utilizar este sustantivo para explicar lo que a ellos les llevo a emprender nuevas empresas. Mikel Urizarbarrena, fundador de Panda Security, siempre cuenta en sus conferencias que fue esa necesidad por sobrevivir, la escasez y los recursos limitados lo que le llevo a crear la compañía Panda. La expresión de que el hambre agudiza el ingenio está de máxima actualidad. ¿Por qué? Porque asistimos impacientes como espectadores y actores a un mundo en crisis, económica, financiera y social, pero que tiene que incluir alguna vertiente positiva aunque sólo sea porque lo último que se pierde es la esperanza. Históricamente las épocas de crisis han sido un buen cultivo para desarrollar las ideas y para que aparezcan los emprendedores.

Por otro lado, todos sabemos que son las vacaciones, pero para la innovación no existen. Cualquier lugar, conversación con amigos o circunstancia puede hacernos pensar y tratar de mejorar o adecuar nuestro trabajo, negocio, servicio o producto a aquello que estamos observando como un activo diferencial en otro sector. Las vacaciones son un tiempo por lo general en el que solemos tener una actitud más positiva, lo que es un buen cultivo para el germen de una idea innovadora en la fase inicial del desarrollo de un nuevo concepto.
Con todo lo anterior, lo que se busca es que se perciba y valore la importancia de estar siempre alerta para atisbar cualquier oportunidad para innovar y así poder competir en un mercado globalizado como el actual.