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El factor humildad

PorBen Schneider - 06 / 08 / 2013

Llegar a la cima de una organización empresarial es el anhelo de cualquier ejecutivo, y para ello se capacita, entrena y esfuerza por cumplir objetivos y destacar al desenvolverse en una determinada organización.

Sin embargo, conforme el éxito va llegando, algunos empiezan a exhibir comportamientos que terminan perjudicando no solo a sus carreras profesionales, sino también a la firma para la que trabajan. 

Un mal hábito está referido a confundir el ser competitivo con la necesidad de demostrar en todo momento que siempre se tiene la razón. Conforme asciende en su línea de carrera, otro aspecto que suele presentarse es que cada vez escucha menos y habla más. 

En la brega por seguir acumulando logros y sobresalir a toda costa, tiende a hacer propias las gestiones exitosas de alguno de sus colaboradores, generando fricciones y desmotivando al grupo. También surge intolerancia hacia cualquier tipo de crítica o cuestionamiento. 

Otra característica que aflora en este tipo de ejecutivo es que se preocupa demasiado de su imagen y confunde la estrategia de la organización con su agenda de ascenso personal.

Estas manifestaciones narcisistas terminan por perjudicar la performance de la compañía, de ahí que el investigador Nick Seybert, catedrático de la Universidad de Maryland y columnista del “Harvard Business Review”, ha intentado a través de un método ingenioso identificar tempranamente este tipo de comportamiento, de manera tal que la alta dirección advierta estos síntomas y logre asesorar al colaborador, explicándole lo dañino que puede ser esta actitud.

Seybert y sus colegas analizaron a lo largo de 10 años las rúbricas en los estados financieros de 605 presidentes de empresas listadas en el S&P500 y lograron establecer una correlación entre el tamaño de las rúbricas con actitudes narcisistas y alta autoestima. Además, encontraron en la gestión de estos líderes tendencias hacia exagerar en gastos, menores retornos sobre activos, asignándose niveles de remuneración más altos que sus pares. 

¿Podría un aspecto aparentemente tan insignificante como el tamaño de la rúbrica de un individuo develar un comportamiento narcisista?

Seybert defiende su investigación indicando que no es posible concluir que basta el tener una firma de tamaño grande para descubrir que la persona tiene un problema en el manejo de su autoestima. Sin embargo, el estudio arrojó una correlación entre aquellos líderes que en sus rúbricas reproducían sus nombres completos con el hecho de que en promedio invertían más en activos fijos, investigación y desarrollo, adquisiciones de empresas y, a la vez, obtenían un pobre desempeño en ventas y utilidades.

Además, mientras más grande la rúbrica, menor número de patentes, lo que indicaba una pobre performance en innovación.

Si bien el estudio de Seybert es atrevido y riesgoso, también hay que reconocer que son pocos los CEO que estarían dispuestos a someterse a un test psicológico para medir su autoestima.

Lo cierto es que liderar con prepotencia y actitudes narcisistas generan daño colateral en las organizaciones.

Por lo tanto, los accionistas y directores deben exigir altas dosis de humildad entre sus gerentes más competitivos para lograr un balance en su desempeño, de tal manera que se privilegien los logros colectivos por sobre los del líder. Altas dosis de humildad pueden ser el antídoto contra la deformación del rol del ejecutivo en ascenso.