En breve saldrán numerosos informes acerca de qué pasó en materia de ciberseguridad en el recién finalizado 2011. Con este post no tengo intención de enmendar a ninguno de esos amplios y justificados estudios, sólo contaros lo que viví el año pasado, y que puede resumirse en una cosa: GRACIAS SEÑORES DE LA PRENSA GENERAL.
Durante un proyecto que dirigí en México, hace unos años, en la implantación del sistema informático para la expedición de los pasaportes mexicanos, un alto cargo me preguntó si el sistema era totalmente seguro. Yo le respondí que el sistema era uno de los más seguros del momento, pero que independientemente de si el sistema fuera seguro o no, estaba de por medio, el factor humano.
En los últimos años se ha producido un cambio significativo en el perfil de ciberatacante. Frente al atacante que buscaba meramente el lucro económico ya sea en solitario o formando parte de un organización de cibercrimen, y para el que en mejor o peor medida están los sistemas de grandes organizaciones preparados para defenderse, surgen nuevos perfiles que no se han tenido en cuenta en las estrategias de defensa tradicionales:
Ciberseguridad es un término que, por su resonancia mediática, está en boca de todos, pero para el que no hay consenso en cuanto a su significado exacto. Los países considerados punteros en este tema se decantan por un concepto amplio ligado a la protección del ciberespacio.
Lo primero señalar que a fecha de hoy (noviembre 2011) la palabra Ciberseguridad no está en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (ww.rae.es).
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