Hace más de 500 años, Nicolás Macchiavello se hacía la misma pregunta al analizar si los líderes deberían esforzarse por ser amados o temidos por sus colaboradores, para fortalecer su condición al frente de diversos tipos de instituciones. Macchiavello concluía su análisis sugiriendo que el líder debería procurar lograr ambas características.
Vivimos tiempos convulsos y acelerados. Cada vez tenemos menos tiempo para parar y reflexionar, y eso es un mal que nos afecta a todos los aspectos de nuestra vida. Sin duda las nuevas tecnologías, más allá de ayudarnos nos han complicado más la capacidad de “aislamiento”.
Hace ya muchos años, que la estrategia de inversión de Warren Buffett, el referente mundial en este campo, ha sido el apostar por empresas que tengan la capacidad de contar con ventajas competitivas sostenibles en el tiempo. Las ventajas competitivas son un conjunto de conocimientos y habilidades que le otorgan a las organizaciones la posibilidad de reclamar una participación importante en los mercados en que se desenvuelven. Estas ventajas son las que les permiten lograr retornos adecuados y recurrentes para sus accionistas.
Este fin de semana ha hecho 2 años de la muerte de Steve Jobs, sin lugar a duda la persona más innovadora del S.XX. Debido a este hecho, he aprovechado a ir a ver la película biográfica sobre su vida, JOBS, interpretada por Ashton-Kutcher. La película no llega a representar la grandeza de Jobs, pero lo cierto es que Ashton está más que correcto, y sobre todo me ha vuelto a la memoria la “magia” del innovador.
Un buen enemigo o un buen competidor, es una bendición, que no todos tienen el placer de disfrutar. Seguramente esta afirmación os puede sorprender pero dejar que exponga mis motivos.
Un buen competidor/enemigo, nos obliga a estar siempre alerta, a mejorar, a superarnos, a ser ambiciosos, y sobre todo a cruzar metas que de otra manera no nos plantearíamos.
Las marcas despiertas que se embarquen en el viaje hacia un futuro más sostenible y socialmente responsable exigirán que los consumidores también contribuyan a su causa. Incluso aunque eso suponga algo de sufrimiento —financiero o de otro tipo— para sus clientes.
Llegar a la cima de una organización empresarial es el anhelo de cualquier ejecutivo, y para ello se capacita, entrena y esfuerza por cumplir objetivos y destacar al desenvolverse en una determinada organización.
Sin embargo, conforme el éxito va llegando, algunos empiezan a exhibir comportamientos que terminan perjudicando no solo a sus carreras profesionales, sino también a la firma para la que trabajan.
El creer que es posible hacer todo a tiempo, si tan sólo uno aplica el sistema correcto, procesando una lista ordenada de temas a tratar o resolver, que es abordada en forma consistente y disciplinada, constituye uno de los mitos más destructivos que existe en la gerencia y representa un grave error.
En el viejo mundo del trabajo, los buenos acaban los últimos. Los “takers” (aquellos que priorizan sus intereses por encima de las organizaciones) fueron capaces de subir a la cima de la jerarquía y lograr el éxito subiéndose a los hombros de los “givers” (aquellos que prefieren contribuir más de lo que reciben). Durante gran parte del siglo XX, muchas organizaciones se componían de silos independientes, en los que los takers podrían explotar a los givers sin sufrir consecuencias importantes.
Erráticos, excéntricos, arrogantes, tal vez, pero uno no puede prescindir de ellos. De hecho, a menos que aprendas a sacar lo mejor de tus empleados creativos, tarde o temprano tu organización quebrará. Si acabas de contratar y/o ascender a las personas que son amables y fáciles de manejar, tu empresa será mediocre, como la mayoría. Suprimida la creatividad es un tumor maligno en la organización.