Hace más de 500 años, Nicolás Macchiavello se hacía la misma pregunta al analizar si los líderes deberían esforzarse por ser amados o temidos por sus colaboradores, para fortalecer su condición al frente de diversos tipos de instituciones. Macchiavello concluía su análisis sugiriendo que el líder debería procurar lograr ambas características.
Hace ya muchos años, que la estrategia de inversión de Warren Buffett, el referente mundial en este campo, ha sido el apostar por empresas que tengan la capacidad de contar con ventajas competitivas sostenibles en el tiempo. Las ventajas competitivas son un conjunto de conocimientos y habilidades que le otorgan a las organizaciones la posibilidad de reclamar una participación importante en los mercados en que se desenvuelven. Estas ventajas son las que les permiten lograr retornos adecuados y recurrentes para sus accionistas.
Los economistas suelen categorizar el crecimiento económico en “extensivo” e “intensivo”. El primero está referido a sumar factores como incrementar la fuerza laboral o el mejoramiento de su capacitación, también suma el acceso a capitales, infraestructura y recursos en general. Claramente esta adición de factores tiene un límite.
La actual crisis ha dejado de manifiesto muchas ineficiencias y costes ocultos en las organizaciones, pero sobre todo a puesto de manifiesto, que hay empresas que no son aptas para el crecimiento.
¿Estás enamorado de alguna marca? ¿Te sientes orgulloso de comprar algún producto o servicio? ¿Has experimentado alguna vez el placer de “invertir” en alguna empresa?
Probablemente estas preguntas te parezcan extrañas, pero hay una gran tendencia que demanda el consumidor sobre, dotas a las marcas y los productos de historias, que nos aporten algo más que el mero hecho de adquirir un bien físico.
C K Prahalat junto con Gary Hamel, acuñaron el término “actividades distintivas” para destacar el conocimiento especializado con que cuenta cada organización y que le permite reclamar una posición en el mercado. Sin embargo, el dinamismo de este, potenciado enormemente por la globalización, las tecnologías de información y comunicaciones (TIC´s), hacen necesario tomar conciencia sobre los factores de perturbación que afectan a las empresas.
El 13 siempre ha sido para muchos muy negativo para los supersticiosos. Lo cierto es que van a tener razón. Todos los indicadores macroeconómicos, nos indican, que España va a seguir inmerso en la crisis y el crecimiento negativo, y Europa en General, empezando por Alemania, empieza a dar síntomas de agotamiento del modelo de austeridad y recortes en el que estamos instaurados.
Sin duda recordaremos el 2012 como un año horrible desde el punto de vista del desempleo. Con casi 6 millones de parados, todos esperamos que el 2013 empecemos la senda del crecimiento y en consecuencia la creación de empleo.
A pesar de que los empleadores se mantienen cautelosos sobre el año que viene, cada euro que se invierte en los empleados, es cada vez más exigente en términos de habilidades y resultados.
Toda organización empresarial se fija objetivos de corto y largo plazo. El reto que conlleva el corto plazo generalmente se refleja en lograr ciertas métricas relacionadas con el presupuesto de contratación y ventas, margen de contribución, costos de estructura, ingresos netos, entre otras. Por el cumplimiento de estos objetivos, la empresa remunera a sus ejecutivos con bonos y ascensos. ¿Pero cómo premia la organización a sus colaboradores comprometidos con las métricas que miden metas de largo plazo?